domingo, 24 de marzo de 2024

Ed Alleyne-Johnson - Ultraviolet (1994)



Con Ed Alleyne-Johnson ocurrió, a una escala menor, algo parecido a lo que pasó en su día con Enya. Ya hablamos tiempo atrás de cómo un músico callejero llegó a grabar un disco fantástico con una técnica muy innovadora llegando a alcanzar durante un tiempo una cierta fama internacional, impensable para un músico que pasaba su tiempo tocando en las calles de York. La comparación con Enya, sin embargo, no se refiere a sus orígenes sino a la evolución de sus respectivos estilos.


En su disco de debut, Ed Alleyne-Johnson nos enseñó una forma de hacer música fascinante para su época. Construyó un particular violín de cinco cuerdas que, además, decidió electrificar para ampliar sus posibilidades sonoras. Con eso y con una serie de pedales de efectos, ecos, “delays”  y demás parafernalia conseguía fabricar piezas de una complejidad tan sorprendente que costaba creer, no sólo que todo lo que sonaba procediera de un violín, sin también que todo aquello estaba siendo interpretado en directo, sin ningún tipo de retoque posterior en estudio. De esa manera construyó un sonido único que nadie pudo imitar y que hacía su música inmediatamente reconocible. El problema, y aquí es donde viene la comparación con Enya, es que era muy difícil evolucionar ese estilo y los siguientes trabajos solo podían ser una continuación del primero.


En el caso de Enya, a la larga tampoco ha sido un gran inconveniente. Pese a un innegable parecido formal de unos discos y otros durante muchos años, el hecho de haber sabido espaciarlos y la cuidada factura de todos ellos nos ha permitido disfrutar de una carrera consistente y muy notable hasta el día de hoy. Con Ed no podemos decir lo mismo. Quizá porque la fórmula no era tan fácil de estirar o porque su talento no era tan grande como el de la irlandesa, su carrera posterior no fue tan interesante como prometía con “Purple Electric Violin Concerto” (1992), su disco de debut, pero eso no quiere decir que no nos haya dejado algún que otro trabajo tan bueno o mejor aún que aquel. De hecho, el CD que llegó más alto en las listas no fue ese trabajo sino el segundo que apareció un par de años después con el título de “Ultraviolet”.


Al igual que pasaba en “Purple Electric Violin Concerto”, en el segundo disco de Ed tampoco iba a haber trabajo de estudio en forma de remezclas, efectos y demás procedimientos habituales sino que todo el disco iba a ser grabado en vivo usando “delays” digitales y pedales de efectos así que el violinista era el compositor y único intérprete de todo lo que suena en el álbum. Sobre esto había ciertas dudas ya que poco antes de lanzarse el disco, apareció un adelanto del mismo en un single del trabajo anterior en el que, además de una adaptación del célebre “Canon” de Pachelbel de incluía la pieza que daría título a “Ultraviolet” y también uno de los cortes del disco de debut, ahora sí, con mezclas posteriores hechas en estudio lo que sugería que ese podría ser el siguiente paso. No fue así.


“White (Intro)” - Los temas del disco tienen como título los siete colores del arco iris con una introducción y una despedida dedicadas al color blanco y el tema del que hablamos arriba, con el mismo título del trabajo. La introducción es un corte principalmente ambiental con algún que otro efecto sonoro, en principio bastante diferente de los esquemas del trabajo anterior.


“Red” - Evidentemente eso no podía seguir durante mucho tiempo y aquí ya tenemos la estructura clásica del primer trabajo del músico. Una línea de bajo creada con pizzicati en las cuerdas más graves del instrumento y una melodía principal que aquí es ejecutada con una técnica más propia de la guitarra eléctrica aunque una gran parte de los sonidos proceden del violín tocado a la forma tradicional con el arco. A lo largo de toda la pieza escuchamos también distintos arpegios también pellizcando las cuerdas aunque esta vez en la tesitura más aguda lo que le da una gran brillantez al conjunto. 


“Orange” - El segundo corte vuelve a la forma más habitual de las composiciones de Ed: la de canon y variaciones que es, sin duda, el modelo que mejor se ajusta a la forma de interpretar del músico y a la tecnología de la que dispone. “Orange” es una pieza optimista con una melodía muy atractiva, deudora en muchos aspectos de las de su primer disco, y con una gran interpretación, especialmente en las partes con un sonido más asimilable al de la guitarra eléctrica.




“Yellow” - El siguiente tema va más en la línea de la introducción, con un largo comienzo de violín tocado a la manera tradicional sobre un fondo electrónico. Es una pieza reposada, atmosférica, llena de sensibilidad y de diálogos entre las distintas líneas melódicas que la convierten en una de nuestras favoritas del disco.




“Green” - El comienzo del tema, muy directo, es lo que más nos llama la atención. Sin preámbulos, introducciones ni nada parecido entramos de lleno en una composición en la que se sucede sin parar una melodía detrás de otra. Lo cierto es que todo suena algo desordenado, como un batiburrillo sin demasiado sentido y eso es algo que choca mucho porque la música de Ed Alleyne-Johnson no es muy dada al caos precisamente. Es desconcertante incluso el hecho de que parece haber errores como subidas y bajadas de volumen en algunos segmentos que probablemente solo se deban al hecho de que todo está tocado en directo, como reza en las notas del CD.


“Blue” - De modo similar a lo que pasaba en el corte anterior, la pieza comienza sin rodeos. Pareciera que, tanto esta como la anterior fueran en realidad extractos seleccionados de composiciones más largas de las que se ha descartado el resto. Sin embargo, aquí no encontramos ni resto del caos de la pieza previa sino una composición notable y muy bien realizada.


“Indigo” - Regresamos al estilo de piezas como “Yellow” en las que el juego de variaciones en diferentes capas funciona a modo de canon con infinitas melodías entrando y saliendo de plano. No termina de ser un tema redondo pero tiene un algo que nos resulta hipnótico.


“Violet” - Con la misma fórmula seguimos en una composición que mezcla la música ambiental con el minimalismo, especialmente por la repetición constante de una célula melódica muy breve que suena una y otra vez sin apenas variación y que sirve de base para una serie de improvisaciones de inspiración irregular. 


“Ultraviolet” - El “single” del disco parece más un descarte de “Purple Electric Violin Concerto” que una pieza compuesta un par de años después y probablemente lo sea porque incluso el motivo central parece un calco de alguno de aquel trabajo. Está bien, porque la música de ese primer disco era fantástica pero no dejamos de verlo como un sobrante y no como algo nuevo.




“White (Outro)” - Se cierra el trabajo con una revisión del tema que lo abría en el que escuchamos buena parte de las posibilidades sonoras del violín eléctrico, incluyendo simulaciones de voces humanas y todo tipo de efectos que se echan de menos en el resto del disco. Una lástima que Ed Alleyne-Johnson no hubiera abundado más en estas ideas en lugar de en un cierto continuismo con su disco de debut.



Como dijimos anteriormente, “Ultraviolet” recogió los frutos del disco anterior y consiguió entrar en las listas de ventas británicas, si bien en puestos modestos. A partir de aquí, la fórmula empezó a agotarse. El siguiente disco, firmado a dúo con su esposa, incluía canciones interpretadas por ella además de otros instrumentos y trabajo de estudio e incluso alguna versión de un tema ajeno. En los años posteriores llegaron discos dedicados al cien por cien a revisiones de clásicos del rock, sin demasiado interés e incluso una segunda parte del “Purple Electric Violin Concerto”, algo más atractiva que los otros trabajos pero, en general, a un nivel inferior. En cualquier caso, y pese a que el resto de la carrera de Ed Alleyne-Johnson nos parece bastante prescindible, siempre recomendaremos sus dos primeros discos.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Sufjan Stevens - Reflections (2023)



Sufjan Stevens apareció por aquí hace un tiempo con ocasión del disco “Planetarium”, publicado en colaboración con Nico Muhly y Bryce Dessner pero nunca le hemos dedicado una entrada específicamente a él. Lo cierto es que no es nada sencillo presentar a un músico como Sufjan porque no encaja en ninguna categoría al uso. Ha publicado trabajos desnudos de guitarra y voz sin apenas acompañamientos, en plan cantautor, otros con exuberantes arreglos orquestales, tiene discos puramente electrónicos, otros de corte clásico... en resumen, una obra extremadamente variada.


Pese a que su nombre procede del idioma armenio y hace referencia a un importante personaje de la religión islámica, Sufjan es creyente cristiano y esto se ha reflejado siempre en sus letras, especialmente en sus primeros trabajos. En edad escolar aprendió a tocar el oboe y otros instrumentos de viento madera y más tarde, también la guitarra. En sus inicios formó parte de todo tipo de bandas, desde grupos folk hasta agrupaciones de garaje y fue cuando se trasladó a Nueva York desde su Michigan natal cuando empezó a grabar discos cambiando radicalmente de estilo de uno a otro. En todo caso, lo que le hizo popular fue su particular estilo de canción folk interpretado de forma inconfundible y con unos arreglos realmente sofisticados en lo que podemos considerar como su línea principal de trabajo. Sin embargo, esos discos los vamos a dejar para más adelante y nos vamos a centrar hoy en otra de sus vertientes que se centra en corrientes cercanas a la música contemporánea en su vertiente minimalista.


“Reflections”, con apenas media hora de duración, recoge la música que Sufjan Stevens compuso en 2019 para un encargo del Houston Ballet con Justin Peck como coreógrafo. Peck, autor, entre otras cosas, de las secuencias de baile del remake de Spielberg de “West Side Story”, está acostumbrado a trabajar con los músicos más prestigiosos incluyendo a Philip Glass, Caroline Shaw o Steve Reich. La experiencia debió ser satisfactoria para ambos ya que a lo largo de este 2024 se estrenará la adaptación al ballet del disco “Illinois” de Stevens a cargo de Peck. “Reflections” es una obra para dos pianos que en el disco está interpretada por Timo Andres (quien ya había grabado un disco anterior de Sufjan) y Conor Hanick que es uno de los pianistas más reclamados en los últimos años por parte de los más grandes compositores para estrenar sus obras.


“Ekstasis” - El primer corte del disco, que sirvió también como adelanto del mismo, es una mezcla entre lo solemne y lo rotundo, con una sonoridad y un desarrollo melódico muy americano que nos recuerda a Leonard Bernstein y, en menor medida, a Gershwin. En comparación con el eufórico comienzo, la segunda mitad de la pieza es un remanso de tranquilidad y funciona casi como una coda separada del cuerpo principal.


“Revanche” - La cosa continúa por parecidos derroteros en esta pieza, con muchos componentes rítmicos y narrativos del clásico musical de Broadway, algo que, sin duda, debió funcionar muy bien como acompañamiento del ballet de Justin Peck. Como novedad, tenemos aquí varios pasajes más ensoñadores y etéreos que en la pieza anterior. La influencia de otros compositores clásicos americanos está igualmente presente pero aquí tiene más en común con John Adams que con los mencionados anteriormente.




“Euphoros” - Volvemos a una música más directa y dinámica con constantes diálogos e intercambios de protagonismo entre los dos pianos con momentos brillantes por parte de ambos intérpretes y con ráfagas melódicas muy interesantes en el tramo final en el que encontramos elementos minimalistas de forma más clara que en los temas anteriores.


“Mnemosyne” - El siguiente corte tiende más hacia un jazz contemporáneo tipo Brad Mehldau pero con juegos y guiños a determinadas obras de John Cage. Por momentos parece una pieza complicada pero de repente nos sorprende con tramos más accesibles en una mezcla de lo más interesante. El final es realmente maravilloso, con un toque soñador y fantástico que podría acompañar sin problemas una escena musical de cualquier película animada de la Disney de la época clásica.




“Rodinia” - Una mezcla entre minimalismo con un toque de impresionismo francés es lo que nos encontramos en la siguiente composición que termina por convertirse en un excelente tema ambiental en el que no termina de haber una melodía clara más allá del tema central que se repite una y otra vez en infinitas variaciones.


“Reflexion” - Y hablando del tema melódico, esta es probablemente la composición más inspirada del trabajo y la que más fácilmente podría convertirse en una canción en el estilo habitual de Stevens. Inocente, con un punto naíf encantador, es una de esas joyitas que aparecen de vez en cuando en los discos más inesperados.


“And I Shall Come to You Like a Stormtrooper in Drag Serving Imperial Realness” - El cierre del trabajo lo pone esta pieza de título extravagante (y un poco friki, por qué no decirlo). Con ella, Stevens vuelve al ambiente y la narrativa más propios del teatro musical y nos deja disfrutar, una vez más, de dos interpretaciones impecables a cargo de Timo Andres y Conor Hanick.



Tenemos que hablar más de Sufjan Stevens en el futuro porque nos parece un artista fantástico en todas sus vertientes y también porque dejar una entrada como esta, centrada en un aspecto tan concreto de su obra, no hace justicia a los planteamientos tan variados de la misma y ofrece una visión extremadamente limitada de su producción. Mientras esto sucede, os animamos a explorar por vuestra cuenta los abundantes discos de Stevens. Cada escucha nueva es tan sorprendente como fascinante y creemos que no os decepcionará. Como nota final, señalar que recientemente, Stevens hizo público que padece el síndrome de Guillain-Barre, una enfermedad rara que provoca una parálisis casi total y tras la cual, en muchos casos, el paciente debe aprender a andar prácticamente de cero. Afortunadamente, no es incurable, existe tratamiento y Stevens se encuentra en fase de recuperación aunque es un proceso largo. En todo caso, es de esperar que esta situación afecte de uno u otro modo a su carrera justo cuando acaba de publicar un nuevo disco que está siendo muy bien valorado por la crítica y que traeremos por aquí en algún momento. Os dejamos con una interpretación en vivo del primer corte del disco:




miércoles, 28 de febrero de 2024

Oliver Shanti and Friends - Walking on the Sun (1989)



Hay un debate que se revitaliza cada poco tiempo y es el que tiene que ver con la separación o no de la obra y el artista. Si es posible disfrutar de películas, canciones, obras literarias o pictóricas cuando sabemos que su autor ha sido una mala persona o, directamente, un criminal convicto. Recientemente ha vuelto a salir a la palestra el caso del actor Gerard Depardieu pero antes estuvieron los de Woody Allen, Roman Polanski, Michael Jackson o, incluso, en épocas anteriores, los de Gaugin o Leni Riefensthal. Evidentemente, hay casos y casos y la gravedad de los hechos no es la misma en todos ellos.


Hace tiempo que queremos hablar de un disco concreto, especialmente por la calidad de una de las composiciones que en él aparece. Un clásico de la “new age” en su vertiente más ortodoxa y cercana a la meditación, las filosofías orientales y todo aquello de lo que hablamos recientemente en la entrada sobre Laraaji. El problema viene cuando sabemos que el autor era un pederasta y depredador sexual que fue condenado por 76 casos de abuso infantil. Hablamos del alemán Ulrich Schulz, quien firmaba sus discos con distintos pseudónimos entre los que está el de Oliver Shanti que es el nombre que aparece en el disco del que vamos a hablar hoy: “Walking on the Sun”.


Por las especiales características del caso, no vamos a dar ninguna información biográfica del Shanti más allá del hecho de que se emitió una orden de detención contra él en Alemania en 2002 por más de trescientas denuncias, estuvo fugado durante unos años hasta ser detenido en Portugal en 2008 y juzgado y condenado un año después tras un intento de suicidio. Falleció en la carcel poco antes de que se cumpliera su condena. Shanti editaba sus discos en un sello propio y su banda estaba formada por su esposa Margot Vogl y el teclista Veit Wayman.


“Shakti Walks On” - El primer tema del disco es el que realmente motiva su presencia en el blog y podríamos considerarlo un clásico de las nuevas músicas de finales del siglo pasado. Se construye a partir de unos pocos elementos, en el fondo muy tópicos en el género: sintetizadores llenos de presets de flautas y sonidos no especialmente atractivos, un ritmo constante de bajo, percusiones tribales, alguna guitarra eléctrica... Nada que llame especialmente la atención aunque la producción es exquisita. De repente, a mitad de la pieza entran unas cuerdas repetitivas y un coro ejecutando una melodía preciosa, angelical, de esas que justifican todo un disco (muchas de las estrellas de la "new age" de los ochenta cimentaron su carrera en composiciones así). El corte es una maravilla, muy por encima del nivel del resto del trabajo, aunque, en su mayoría, tampoco es nada desdeñable.




“Hundredandeight” - Continúa el disco con un instrumental en el que destacan las guitarras eléctricas del inicio y, sobre todo, la rápida melodía de piano que entra poco después y que se repite una y otra vez con el apoyo de las cuerdas sintéticas y la percusión. Vuelven a aparecer voces etéreas en el final anticipando el sonido de otros artistas que aparecerían poco después como Beautiful World o el proyecto Adiemus.


“Evolution” - Ahonda Oliver en las influencias africanas, esta vez en lo rítmico, para elaborar la introducción de esta canción en la que el propio artista se encarga de la voz principal con los coros de su esposa en lo que termina por ser un tema con esquema pop y sonoridades “new age” en el que incluso aparece un saxo en un momento determinado. Mucho más interesante, en todo caso, que la mayoría de producciones del género en aquellos años.


“My Galicia Fantasies” - El siguiente corte es el más largo del trabajo y el más tópico del mismo de largo, comenzando por el error de relacionar a cualquier lugar de España, en este caso Galicia, con el flamenco. Guitarra española mezclada con flautas de pan, fondos electrónicos y percusiones de librería se fusionan con violines orientales y atmósferas exóticas en un pastiche bienintencionado quizá, correcto en su ejecución, pero sin alma. Se deja escuchar sin llegar a molestar (no deja de ser new age) pero el poso que deja no es muy distinto del que nos dejaría un anuncio de champú. 


“Through Every Living Being” - El tema comienza en clave electrónica y no suena muy diferente de lo que podían hacer en la época clásicos como Tangerine Dream pero enseguida vuelve al redil de la nueva era diferenciándose apenas de las piezas habituales del estilo por la presencia de una percusión y un ritmo muy marcados que pretenden dar algo más de sustancia a una composición correcta sin más.


“Pir-o-Murshid Hazrat Inayat Khan” - Volvemos a los sonidos flamencos en las guitarras mezclados con violines y percusiones árabes. La presencia casi única de instrumentos acústicos le da un toque mucho más serio a la pieza, sin la distorsión que a veces introducen los sintetizadores cuando se utilizan del modo en que suelen usar en este tipo de fusiones. Una de nuestras piezas favoritas del disco, sin duda alguna.




“Tiannanmen Square” - Todas las virtudes que tenía la pieza anterior desaparecen por completo en esta, infestada de sonidos enlatados con una ligera reminiscencia china en el timbre que ejecuta la melodía principal imitando a un instrumento de cuerda clásico de ese país. En el momento en que apareció el disco, nada de esto nos habría parecido mal pero hoy es un tipo de música que no se ha beneficiado nada del paso del tiempo.


“Love Light Gospel” - La sorpresa del disco llega con el tema que lo cierra que es una canción soul que no tiene absolutamente nada que ver con el resto. Querríamos añadir algo más a la descripción pero es que se trata de eso: un tema soul con coros gospel en toda regla. Un cierre extraño como pocos para uno de los discos que, pese a todo, pueden rescatarse de entre todos aquellos que nos dio la música “new age” en los años ochenta y noventa.


Poco más que comentar. Desconocemos prácticamente toda la carrera de Shanti al margen de este disco y, dadas sus circunstancias personales, perdimos todo interés en profundizar en ella por lo que no podemos recomendar nada suyo. Nos fascinó en su día “Shakti Walks On” y hemos comprobado con cierta sorpresa que nos sigue pareciendo igual de buena hoy que entonces y ese es realmente el motivo de traer el disco al blog.